Según el psicólogo Erik Erikson, el desarrollo psicosocial humano pasa por ocho etapas de maduración:
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Infancia (desde el nacimiento hasta los 18 meses). Se adquiere confianza con el entorno y se produce una maduración en las funciones sensoriales, perceptivas y motoras. Según Erikson, desarrollar la confianza en esta etapa es crucial para la vida posterior del individuo. Si los padres no proporcionan esa confianza de manera adecuada, la persona puede verse afectada negativamente. Por ejemplo, podría esconderse del mundo exterior y no estar en condiciones de mantener relaciones sanas y duraderas con los demás, o incluso con ellos mismos. Si una persona pierde la esperanza en que se debe luchar para superar los tiempos difíciles y los fracasos en su vida, nunca podrá recuperarse plenamente de ellos.
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Niñez (desde los 18 meses a los 3 años). Se adquiere autonomía y se enfrenta a las dudas y la vergüenza. Si se le niega independencia, el niño se volverá contra quien le manipula y discrimina. La vergüenza desarrolla la auto-conciencia del niño, y las dudas surgen de la confrontación entre sus propias normas y las que establecen los padres. Las dudas no resueltas pueden convertirse en paranoia. El sentido de autonomía fomentan en el niño un sentido de la justicia en aspectos económicos y políticos.
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Preescolar (desde los 3 años a los 5). Se toman iniciativas, se desarrolla el ego y se hace frente al temor y los sentimientos de culpa. Se aprenden los principios de la física y se empieza a hablar. Los niños pueden sentirse culpables si su iniciativa no logra los resultados deseados. El niño define sus propios límites, como por ejemplo cruzar una calle sin mirar a ambos lados. Si fracasan en su objetivo, pueden adoptar comportamientos agresivos como arrojar objetos, gritar, golpear, etc. Cuando se desarrolla la culpabilidad, el niño se vuelve más agresivo, inhibido y excesivamente dependiente. Los padres suelen castigar o limitar al niño en exceso, y esto es negativo, ya que se necesita un cierto sentido de culpabilidad y responsabilidad para conseguir el auto-control.
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Edad escolar (desde los 6 años hasta los 14). Se desarrolla el sentido de la competencia, con situaciones productivas que poco a poco sustituyen a los caprichos y los deseos de jugar. El niño se pregunta si es bueno en lo que hace, y son cada vez más conscientes de sí mismos como individuos, procurando ser responsables y hacer lo correcto. Son más razonables para compartir y cooperar. Se desarrollan los conceptos de espacio y tiempo, la causa y el efecto. Los niños se sienten deseosos de aprender y lograr habilidades más complejas como leer o escribir. También adquieren valores morales y culturales, y son capaces de reconocer las diferencias individuales y gestionar de forma independiente sus necesidades personales y el aseo. En esta etapa es importante adquirir el sentimiento de éxito, ya que de lo contrario se creará un sentido de inferioridad o incompetencia. Sin embargo, tampoco es conveniente que siempre tengan éxito, sino que es necesario un balance entre éxito y fracaso. Los padres pueden fomentar la autoestima comprendiente las dificultades de aprendizaje, enseñando a los niños a reolver sus probleas y tomar decisiones, reforzando la responsabilidad, aprender de los errores en vez de sentirse derrotado, y hacer que el niño se sienta especial.
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Adolescencia (desde los 14 años hasta los 20). Se va adquiriendo la identidad y enfrentándose a la confusión. El adolescente se preocupa por cómo le ven los demás, y va obteniendo confianza en que su igualdad con los demás le ayudarán a evolucionar en el futuro. En las etapas posteriores de la adolescencia se desarrolla la identidad sexual.
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Edad adulta joven (desde los 20 años hasta los 40). Se enfrenta la crisis de intimidad frente a aislamiento. La persona se pregunta si es amada. El cuerpo y el ego son importantes, y hay que hacer frente a su pérdida progresiva. Los jóvenes todavía mezclan su identidad con la de sus amigos. Progresivamente, es necesario prepararse para la intimidad, las relaciones de pareja y el aislamiento. Si se supera esta etapa de forma positiva, se estará preparado más tarde para situaciones no deseadas como la muerte del cónyuge o seres queridos. También se adquiere el sentido del compromiso y se aprende a aceptar el rechazo o las rupturas amorosas. Si no se pasa esta etapa, la persona puede aislarse al no ser capaz de afrontar el dolor al rechazo.
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Edad adulta media (desde los 40 años hasta los 60). La persona busca sentirse valorada socialmente y tener éxito en el trabajo. Su principal obstáculo es el estancamiento. Se tenga o no descendencia, lo más importante es lograr la generatividad (valoración social y disciplina de trabajo).
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Edad adulta tardía (a partir de los 60 años). La persona se enfrenta a la vida que ha llevado, ya sea desde la aceptación o sintiéndose desesperada por no haber cumplido las expectativas. Si pueden mirar hacia atrás con alegría y sentirse satisfechos con la vida que han llevado, se adquiere un nuevo sentido de la integridad, percepción de las injusticias y preparación para el fin de la vida sin temores. Si se percibe la vida como un fracaso, hay riesgo de depresión, desesperación y temor a la muerte. De la misma manera que un niño no teme a la vida, un adulto sano no teme a la muerte en esta etapa.
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